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Cocinas compartidas: el salto silencioso de emprendedores venezolanos

Venezolanos cocinando en una cocina compartida moderna en el exterior
Cocinar juntos, crecer juntos.

Una llave, un turno de cuatro horas y la receta de la abuela: así están naciendo marcas venezolanas en cocinas compartidas de Madrid a Ciudad de México. Es la movida discreta, potente y con sello criollo que está cambiando la forma de emprender en 2025.

Qué está pasando

Las cocinas compartidas (o ghost/dark kitchens) se han convertido en el primer taller de muchos proyectos gastronómicos venezolanos en el exterior. Permiten arrancar sin local propio, cumplir normas sanitarias y vender por delivery o puntos pop-up.

En ciudades como Madrid, Lima, Santiago, Buenos Aires, Miami y CDMX, cada vez más venezolanos reservan espacios por hora o por turno para producir arepas, tequeños, cachitos, salsas o postres. El resultado: marcas con identidad, costos controlados y acceso a clientes reales desde el día uno.

Donde llega un venezolano, llega una arepa. Y con ella, una oportunidad.

Por qué importa a la diáspora

Emprender fuera duele y entusiasma a la vez. Las cocinas compartidas bajan la barrera de entrada, formalizan procesos y permiten probar el mercado sin endeudarse por un alquiler de local. También abren puertas a alianzas con cafeterías, bodegones y mercados barriales.

Para quienes trabajan y emprenden al tiempo, los turnos nocturnos o de fin de semana son una tabla de salvación. Además, facilitan cumplir con requisitos de inocuidad y seguros, algo clave para ganar confianza del cliente.

Cómo funciona (en simple)

1) Reserva de turno: horas o paquetes semanales en una cocina habilitada. 2) Inducción: normas de higiene, limpieza y almacenaje. 3) Producción: elaboración, empaque y etiquetado. 4) Venta: pick-up, ferias, consignación o apps de delivery según lo permita la ciudad.

Ojo de agua: los requisitos cambian por país y municipio. Verifica certificaciones de manipulación de alimentos, etiquetado de alérgenos, seguros y registro fiscal. La OMS ofrece pautas generales de inocuidad alimentaria que sirven de base regional aquí.

Oportunidad 2025: identidad que vende

El paladar global busca historias auténticas. Nuestra harina de maíz, el papelón, el ají dulce y la guayaba son diferenciadores. Productos listos para calentar, combos para oficina y postres de temporada (pan de jamón en mini, torta tres leches, quesillo en vaso) están encontrando nichos fieles.

Tip criollo: aliarse con cafeterías locales para desayunos de fin de semana puede disparar la visibilidad. Otra ruta ganadora: empaques claros con alérgenos y orígenes; confianza vende.

Antes de lanzarte: checklist práctico

- Verifica que la cocina esté habilitada por la autoridad sanitaria local.
- Pregunta por seguro de responsabilidad civil y almacenamiento en frío.
- Confirma si puedes vender por apps o solo pick-up/encargos.
- Ordena tus números: costos por turno, merma, empaque y comisión.

Historias que inspiran (y se repiten)

Una migrante en Santiago que convirtió sus cachapas en menú fijo de un mercado; un zuliano en CDMX que abastece tequeños para eventos; un barista en Madrid que añadió arepas a su brunch y duplicó visitas. Cambian los nombres, se repite la fórmula: disciplina, sazón y comunidad.

Porque, al final, emprender afuera también es abrazarnos. Cada marca venezolana que florece en una cocina compartida es un pedacito de país que se levanta con olor a maíz.

Veneco te escucha

¿Conoces una cocina compartida amigable con migrantes en tu ciudad? ¿Buscas socios, hornos o proveedor de harina? Cuéntanos tu ciudad y reto: armamos el mapa colaborativo de cocinas amigas para la diáspora. De punta a punta, juntos hacemos comunidad.

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