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Del carrito al contrato: el boom veneco que conquista barrios del mundo

Del carrito al contrato: orgullo, sabor y negocio con sello veneco.

Emprendedores venezolanos sirviendo arepas en un mercado urbano con clientes de diversas culturas
La venezolanidad que une y emprende.

¿Sabías que en varias ciudades, desde Zaragoza hasta Orlando, las colas más largas del fin de semana ya no son por hamburguesas, sino por arepas y tequeños? Detrás hay historias de migrantes que pasaron de vender desde un carrito a firmar contratos de distribución y abrir segundas cocinas.

De la nostalgia al negocio: por qué las arepas están ganando barrio

Lo que comenzó como un antojo para aliviar la morriña se convirtió en una oferta gastronómica con identidad, rápida y sin barreras culturales. Pan sin gluten, rellenos versátiles y una narrativa de origen auténtico: la arepa encanta porque es sencilla, personalizable y con historia.

En mercados locales, patios cerveceros y ferias, la “comida veneca” se volvió ese plan dominguero que une a todos. Y donde hay repetición, nace marca: combos, salsas propias, y paquetes listos para hornear se están moviendo más allá del público latino.

Ciudades secundarias, grandes oportunidades

La sorpresa no siempre está en las capitales. Barrios emergentes y ciudades intermedias ofrecen costos más bajos, menos competencia directa y clientes curiosos. Ahí es donde muchos venezolanos están logrando el salto de un puesto móvil a una cocina fija o a acuerdos con tiendas de barrio.

“No vendemos solo arepas: vendemos una historia de familia, trabajo y ganas. La gente muerde y entiende de dónde venimos.”

Cómo lo están logrando: tres jugadas que se repiten

Primero, formato inteligente. Cocinas compartidas o ‘pop-ups’ en cervecerías reducen riesgo y dan visibilidad. Se vende donde ya hay público y se prueba el menú sin hipotecar la vida.

Segundo, comunidad primero. WhatsApp y grupos locales mueven preventas, feedback y reseñas orgánicas. La mesa se llena cuando el barrio siente que el proyecto también es suyo.

Tercero, producto escalable. Masas precocidas, cajas de tequeños para hornear y salsas embotelladas abren ingresos mientras la operación principal crece.

Identidad que suma: cuando el acento vende

El relato importa. Fotos de abuelas amasando, mapas de orígenes y nombres de rellenos con guiños criollos conectan con el paladar y la nostalgia. Educar al cliente sin elitismo —explicar qué es reina pepiada o asado negro— convierte la primera compra en hábito.

Además, colaborar con productores locales de quesos, maíz y café crea puentes con la economía del barrio. La venezolanidad no aísla: integra.

Obstáculos reales, soluciones posibles

Permisos sanitarios, etiquetado y seguros pueden asustar, pero son transitables con asesoría y pasos chicos. Las reglas varían por país y ciudad; verifica siempre con autoridades locales y cámaras de comercio antes de invertir para evitar gastos innecesarios.

La cadena de frío y la consistencia del queso y la harina fuera de Venezuela exigen pruebas y proveedores confiables. La solución que más vemos: fichas técnicas claras, lotes pequeños al inicio y control de calidad obsesivo.

Oportunidad abierta para la diáspora

Si algo deja claro este boom es que nuestra cocina es pasaporte. Es trabajo digno, puente cultural y motivo de orgullo. Y sí, hay espacio: desayunos de oficina, caterings, escuelas de arepas para niños, kits de regalo… la mesa se está alargando.

En Veneco queremos mapear estos proyectos para apoyarlos y conectarlos con aliados del barrio. Si ya montaste tu puesto o estás por lanzarlo, cuéntanos tu ciudad, tu especialidad y en qué etapa vas. Hagamos que esta ola sea red, no moda.

Cerramos con lo que mejor nos define: familia extendida.

La invitación: comparte tu historia, recomiendas a un emprendedor, y probemos juntos que un bocado también puede cambiar destinos.

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